La Revolución de Octubre de 1944 derrocó del poder a Federico Ponce Vaides, nombrado presidente provisional tras la salida del mandatario anterior, Jorge Ubico, quien renunció a su cargo y a quien apuntaba originalmente el alzamiento cívico militar.
El
foco militar del alzamiento estuvo en el cuartel Guardia de
Honor, bajo el comando del Mayor Francisco Javier Arana. Aún cuando
se venía gestando desde antes, comenzó a materializarse en los meses de mayo y
junio del año citado, con acciones de rebeldía, desobedencia civil y
manifestaciones populares contra el régimen de Jorge Ubico, quien gobernaba
Guatemala desde 1931. Los principales actores fueron profesionales, estudiantes
universitarios y maestros, a los que pronto apoyaron otros sectores ciudadanos.
Después de la renuncia del dictador Jorge Ubico, una junta militar se
hizo cargo del poder ejecutivo, la cual se disolvió el 4 de julio de 1944 para
instaurar el mando en el General Federico Ponce Vaides, en calidad de
presidente provisional. De julio a septiembre del mismo año, Ponce comenzó a
dictar medidas coercitivas contra la ciudadanía, apoyado por el Partido Liberal
Progresista, con el objeto de perpetuarse en el poder. Varios oficiales
militares de rango intermedio de alta en el batallón de la Guardia de
Honor, comenzaron a cambiar impresiones y a proponer soluciones para
evitar el entronamiento de una nueva dictadura en el país.
Entre los militares estaban Manuel J. Perez, Mayor Carlos Aldana Sandoval y Francisco
Javier Arana, a quienes se sumó prácticamente toda la oficialidad de aquel
cuerpo militar. Algunos se encargaron de mantener contactos con diversos
activistas civiles que colaborarían durante la lucha armada. Los enlaces
principales que mantuvieron fueron los militares de baja Jacobo Arbenz Guzmán y Enrique de León Aragón. Además, el hombre
de negocios Jorge Garrido Toriello, el dirigente obrero Silverio Ortiz, el político Julio Bianchi y un grupo de
estudiantes encabezados por Julio Méndez Montenegro, Oscar de León Aragón y Julio Valladares Castillo, entre otros.
En la noche anterior al 20 de octubre de 1944, después de coordinar las
unidades que estarían en combate, de comprobar las comunicaciones, adjudicar
misiones y objetivos de establecer un puesto de mando, los mayores decidieron
iniciar las operaciones de acuerdo con el plan estratégico establecido, sin la
asistencia del mayor Aldana Sandoval y del coronel Humberto Díaz, quienes por diversas
razones no estuvieron presentes en la hora convenida. Dos piezas de artillería
fueron situadas en la zona 5 para cañonear el Castillo de Matamoros mientras que
dos tanques cubrían el frente del cuartel para evitar fugas.
Desde los altos del Cerrito del Carmén, otras dos unidades
bombardearon el Castillo de San José, también sitiado por
otro par de tanques. Fue neutralizado el campo de aviación. Luego fueron
ubicados cuatro cañones más contra Matamoros y el Castillo de San José
produciendo, en ambos, estragos materiales en los edificios y una considerable
cantidad de bajas entre muertos y heridos. Además, fueron colocados cuatro tanques
frente al Palacio Nacional con la orden de atacar en
caso de encontrar resistencia.
Pronto se reunieron con Arbenz, Jorge Toriello y el teniente Enrique de León Aragón, quienes estuvieron
repartiendo armas a los civiles que las solicitaban para unirse a la lucha.
Los
primeros civiles que se incorporaron a la lucha armada fueron quince
estudiantes universitarios que llegaron a la Guardia de Honor a las dos de la
la mañana, quienes fueron armadas inmediatamente. Otro contingente civil muy
valioso fue el constituido por obreros armados liderados por el legendario
dirigente Silverio Ortiz, miembro prominente de los artesanos y obreros que
combatieron en 1920 contra el tirano Manuel Estrada Cabrera. Entre todos ellos
lograron reunir ochocientos hombres que pelearon en diversos barrios de la
ciudad, entre otros, La Palmita, La Reformita, Santa Cecilia y en las calles
céntricas, enfrentándose a la policía nacional y a los francotiradores que
cobraron muchas vidas humanas. El contingente obrero estuvo integrado por
albañiles, carreteros, maestros, tipógrafos, ferrocarrileros, jornaleros y toda
una amplia gama de oficios.
En las primeras horas de la mañana del 20 de octubre, el Castillo de
Matamoros elevó la bandera blanca en señal de redención. A a las 10:30 hizo lo
mismo el Castillo de San José. Algunos hechos callejeros violentos por parte de
la resistencia obligaron al ejército revolucionario a integrar con estudiantes
y maestros un cuerpo de vigilancia llamado Guardia Cívica, que patrulló la Ciudad de Guatemala desde la noche
del 20 de octubre en adelante, en sustitución de la policía nacional. Los boy scouts también pusieron su grano de
arena dirigiendo el tráfico en las esquinas más concurridas y las mujeres
guatemaltecas merecieron una mención especial debida a su labor como ayudantes
de enfermería en los hospitales y puestos de socorro.
El 20 de octubre de 1944 selló por primera vez en la historia
republicana de Guatemala la unión entre ejército y civiles revolucionarios. Después
de la rendición de los dos bastiones militares defensores del gobierno de
Federico Ponce, el mandatario y su gabinete levantaron la bandera blanca del
cese de hostilidades. Para ello fue necesario que los combatientes
revolucionarios llegaran al acuerdo de integrar un mando unificado integrado
por Francisco Javier Arana, representando a los jóvenes oficiales de la Guardia
de Honor y Jacobo Árbenz Guzmán y Jorge Toriello Garrido, en representación de
los sectores militares democráticos egresados de la Escuela Politécnica, así como a los
estudiantes, obreros y políticos que coadyuvaron a derrocar las tiranías de Ubico
y Ponce.
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